Yo no suelo comentar mis entradas, no suelo explicarlas porque prefiero que vosotros les saquéis el significado que consideréis oportuno pero con esta entrada me gustaría hacer una excepción. Espero que me perdonéis.
Me gustaría que leyerais esta entrada escuchando esta canción: Plainsong-The Cure. (la podéis encontrar en el reproductor del blog) o que al menos la escuchéis en algún momento de vuestras vidas. Vosotros os preguntaréis por qué esta recomendación y yo os contestaré que sin esta canción, yo no hubiera podido escribir esto. Ni esto ni casi nada.
Para mí es la canción más maravillosa jamás escrita, es pura magia, pura inspiración.
La siguiente aclaración la haré al final, después de que hayáis leído y juzgado.
-Ya soy vieja. Mi piel ya se ha arrugado y ya no guarda el brillo de antaño. Mira mis ojos, ya están enrojecidos por el peso de los daños y mi pelo, mi pelo es ahora tan lacio y débil que pienso que cualquier día caerá y dejará mi cabeza desnuda por completo. Mira, mírame bien, ya no soy la niña bajita que reía cuando llovía y lloraba cuando el sol brillaba.
-Hace mucho, mucho tiempo te creí eterna. ¿Sabes? Como una margarita blanca y risueña que canta cuando llega la primavera y duerme todo el invierno mientras espera que una niña con vestido de lunares se fije en ella.
Ahora veo que no lo eres, que te has perdido y que sueñas cuando cae el otoño y las hojas marrones cuelgan de los árboles desnudos y enclenques.
-Creo que esto es demasiado oscuro, mira hacia allá. Esas nubes grises caerán sobre nuestras cabezas y nos empaparán por completo mientras estamos aquí hablando con la voz entrecortada y los susurros ahogando nuestra verdad. Creo que en cualquier momento llegará el final, sí ya sabes, ese final con el que el mundo estallará y los recuerdos se olvidarán. Creo que, aún así, tú y yo seguiremos aquí porque...
¿A qué otro lugar podríamos ir?
-No lo sé, quizás podamos naufragar por nuestros mares y gritar a las sombras que somos inmortales. Quizás podamos ir al lugar donde descansan nuestros secretos para abrir el sobre donde duermen y sorprendernos cuando comiencen a volar. O quizás, si quieres, podemos dormirnos uno encima del otro y soñar que jamás estaremos separados.
-Ya sabes que me encantaría resguardarme en tu pecho y abrazarte de nuevo, sentir la suavidad y la comodidad de tus ropas en la mejilla y cerrar los ojos mientras me pierdo en tu olor delicioso. Ya sabes que me encantaría, pero ya es tarde y sé que has sido abrazado tantas veces...-sonríe nostálgica-. Creo que estamos locos y que ni aún abrazándote lograría estar cerca de ti.
-Quizás tengas razón, pero yo también soy viejo y yo también siento la pena nacer en mí. Te recuerdo tan bien, eras esa bonita chica de los ojos grandes y sonrisa de fresa que me quería. ¡Me querías! Ojalá no hubiera dejado que el tiempo dañara tanto el sentimiento de cariño que afloraba en nuestros corazones, aunque más en el tuyo que en el mío. Yo hice muchas tonterías, muchas, pero jamás quise dañarte. Y ahora, ahora contemplo tus ojos llorosos y las ganas de querer que asoman por tus mejillas sonrosadas y envejecidas y me siento culpable. Yo sé que fui tu amor imposible e inalcanzable y que pensabas en mí como la perfección luminosa que buscabas.
-Hay cosas que no entiendo, hay tantas cosas que jamás entenderé...No entiendo esa dulzura impecable, esa dulzura suave y bebé, esa dulzura que recorre todo mi cuerpo cuando hablas y suenan las guitarras que guardas.
No entiendo cómo, cómo yo, la niña que quería ser escritora se muere aquí y ahora por tus ojos chocolate y no comprende y no ve más allá de ti. Juro que no lo comprendo y..y...no sé hablarte, no sé hacerlo. Siento tanto aquí dentro, este nudo en la garganta, esta impotencia, estas ganas de abandonar y huir. Juro que no lo entiendo y si ahora estoy llorando, pido perdón, porque ni siquiera soy capaz de notar la humedad en mis mejillas cuando estás cerca.
-
A veces, a veces me haces sentir como si viviera en otro mundo. Esas palabras que pronuncias, esa brutalidad con la que sientes y me haces sentir. De verás, esa sonrisa que dibujas ahora, esa sonrisa entristecida que tu labio inferior esboza es la razón fundamental de mi existencia, de la existencia de este mundo que me creo contigo a mi lado. No pidas perdón por llorar, no pidas perdón por humedecer tus mejillas porque yo soy la causa de esa pena, yo soy el culpable y el dolor que nace en ti. ¡Me odio, me odio, me odio! ¿Por qué fui así, por qué te digo esto ahora cuando ya es tan tarde?
-No importa, de un momento a otro
empezará a llover y yo me convertiré en agua y tú me olvidarás. No importa porque ya soy vieja y los años me consumen un poco más cada vez que hablas y has hablado tanto...
De verdad, no te preocupes, seré una muestra de amor para los futuros enamorados y salpicaré sus flores y sus sonrisas para recordarles que el olvido existe, que todo acaba y que la muerte del sentimiento es la peor, el vacío que deja, el miedo que crea no lo cura nada.
-No te olvidaré, jamás lo haré. Lo prometo. ¡Lo juro, lo juro! Jamás te olvidaré.
Después empezó a llover y no quedó más rastro de ellos, no quedó más rastro que las palabras pronunciadas y las que quedaron por pronunciar.
Los que me leéis a menudo sabéis que suelo ser más descriptiva y que rara vez utilizo los diálogos porque no me gustan, salvo hoy.
En esta entrada he plasmado dos realidades habituales y cotidianas, aunque os parezca imposible. Una de ellas es el paso del tiempo y la otra, el desaprovecho de las oportunidades que cada día la vida nos pone delante de las narices.
Aunque esta entrada tiene un toque y un espíritu triste y melancólico me gustaría que sirviera para que sigáis adelante pase lo que pase. Somos jóvenes, uno siempre es joven si así lo cree, y la vida nos pone razones por las que seguir y luchar delante de nuestras narices día a día.
Hace unos días os preguntaba que cuándo algo es imposible y debemos dejarlo atrás. Ahora os digo que jamás lo debéis hacer porque quien se rinde, fracasa, pero quien lucha y pierde, gana. Siempre.
No dejéis que el tiempo os atrape y que se abalance sobre vosotros el arrepentimiento de no haber luchado. Continuad a pesar de todo.