martes, 21 de enero de 2014

Un nuevo comienzo.

Parece irónico que mi entrada anterior se llame "Supuesto final"; cuando hoy vengo a escribir sobre el supuesto final de este blog. Sí, sin duda creo que se cierra esta etapa, que llega el supuesto final. Y digo "supuesto" porque en realidad no es más que un comienzo. Ya sabéis, en la vida se cierran capítulos y se abren otros, y eso es lo que me dispongo a hacer. 

Cuando empecé con este blog era una persona diferente a la que soy hoy en día, y ya no me siento identificada con lo que busqué transmitir con este espacio. Apenas me reconozco cuando me leo, sé que tengo otras cosas que mostrar y es lo que quiero hacer. No creáis que me cuesta poco, pero creo y confío en que los cambios serán positivos. 

Así que, sin más preámbulos os presento lo que será mi nuevo proyecto: 


Sin embargo, no cerraré este espacio, o quizás sí, pero al menos no por el momento.
Como siempre, cualquier cosas me la podéis enviar a: losmuertospuedenbailar@gmail.com 
Y también estaré en Twitter: @musgoenlosojos 

Un beso. Espero leeros pronto,
Elisa.





sábado, 23 de noviembre de 2013

Supuesto final.


No se merecía esto. Él no merecía este final. La historia que protagonizó tendría que haber acabado de otra manera. Yo jamás quise que esto terminara de forma tan amarga, jamás deseé que su cuerpo cayera por mí.
Recuerdo las últimas palabras que le dije: "Veo en tus ojos cómo nace el otoño." Él sólo asintió con una media sonrisa y bajó la mirada entristecido. En aquel momento hubiera deseado acariciarle la mejilla, enredar mis dedos en su pelo y susurrarle que todo saldría bien. Pero no lo hice, le hubiera mentido. Sabíamos que nada iba a salir bien, él sabía que nada iba a salir bien. En lugar de eso, le tomé la mano y miré al cielo con ganas de tener esperanza. Él sabía que no la tenía, pero me apretó la mano y la soltó. Luego se fue. No le volví a ver.
No se merecía lo que le pasó. Estoy segura de que vosotros pensáis como yo. Nadie merece un final así, pero supongo que en realidad, nadie merece un final, un final a secas. Quiero decir, es fácil asumir que la muerte nos llega a todos, pero no es fácil comprenderlo. Lo asumes porque has de hacerlo, es simple: naces, quizás vives y más tarde, mueres. Pero no creo que nadie lo comprenda del todo, nadie empatiza con la muerte. Jamás ocurre. No está en nuestra naturaleza comprender algo tan extraño como que la muerte acaba con lo que nosotros no quisimos empezar. Si lo piensas bien, es hasta cruel. Me refiero, nadie elige nacer, pero aún así lo haces, y todavía es más, pues asumes que debes vivir y vives. Pasas años viviendo algo que no elegiste y cuando te acostumbras, llega una negra figura y te lo arrebata. Sin más, como si le importara una mierda todo lo que conseguiste, como si el mundo entero fuera ajeno a tu vivencia personal y todo lo que ello conlleva. 
Creo que es cierto, nadie merece un final. Yo me niego a que mi vida llegue a un final, no quiero simplificarme tanto y quedar reducida a cenizas sin más. Juro que no lo haré. Yo quiero que mi vida tenga una trascendencia importante en los demás, que mi supuesto final sirva para que todos los demás también sean supuestos. Perduraré en el recuerdo de los que me han querido y quiero. Y serán mis letras las que hagan el resto. Perduraré en los torpes versos que creo y en las pocas prosas que poseen sentido. Mi final sólo llegará cuando mis palabras sean quemadas, y ni siquiera así, pues mis palabras quedarán en las mentes y, confío, en los corazones de todos aquellos que las leyeron. 
Sin embargo, él no quedará registrado en la eternidad por sus palabras, sino por las mías. Cada una de ellas guardan un pedacito de él, cada sílaba late y se agita como imagino que lo haría su pecho en los últimos alientos.
No se merecía esto, nadie se lo merece. Jamás deseé que su cuerpo cayera por mí. Aunque, si tuviera que elegir mi supuesto final, seria exactamente el que él eligió. Nada más bello que poner punto y final por amor.


sábado, 19 de octubre de 2013

Hacernos felices rompiéndonos por dentro.

Éramos dos soledades entrelazadas por el gris de los días lluviosos de Asturias. Éramos eso, nada más que gotas de rocío bañando las mejillas sonrosadas de las tardes de domingo. Éramos, en definitiva, imposibles. El destino no nos quiso poner de la mano, pero sí nos agarró del corazón con una de esas uniones confusas entre lo fraterno y lo amoroso que tanto duelen. Tú lo sabías, lo nuestro no era nada más que un tú y un yo tímidos que jamás se fundirían en uno solo. Era algo simple y fácil de entender para nuestras cabezas, pero no creo que fuera así de sencillo para nuestro corazón. Al menos no para el mío, que todavía se cree el cuento de que todo vale en el amor. Y el pobre no comprende que para hablar de amor, primero hay que asegurarse contra la decepción, proveerse de armaduras contra la tristeza e intentar llorar bajito para no ahuyentar a Cupido.

De todos modos, hemos luchado a nuestra manera contra el destino. A pesar de su dictadura no nos hemos negado los abrazos que necesitábamos, los besos prudentes llenos de amor contenido, las caricias y las medias sonrisas. Ni siquiera nos hemos resistido a mirarnos con deseo y ternura en las ocasiones menos adecuadas. Es nuestra peculiar manera de hacernos felices rompiéndonos por dentro. Nuestra extraña manera de dar sentido al carpe diem, sin que éste encuentre su esencia real. Y entiendo a Sabina cuando cantaba con amargura: 

"Un dios triste y envidioso 
nos castigó por trepar juntos el árbol 
y atracarnos con la flor de la pasión, 
por probar aquel sabor..." 

Pues me siento encarcelada por algún capricho divino al no poder correr hacia ti y besarte en los labios. Me siento atrapada por el tiempo que paso soñándote y escribiendo tus iniciales en todos lados, como si de esa manera pudiera sentir cerca tu piel. No creía en los amores malditos hasta el día en que me enamoré de ti. Hasta el feliz día que en mi mente apareciste y amueblaste mi cabeza a tu gusto, rompiendo cómo sólo tú sabes todos mis esquemas. No creía, no, en eso del amor imposible. Y ahora me destroza por dentro.

Sin embargo, a mi favor y en contra del capricho celestial, diré que quizás tú y yo jamás seamos un nosotros, pero no nos privaremos de regalarnos la alegría que nos producimos el uno al otro, aunque eso nos acabe destruyendo.



"[...]Recuerdo una anécdota en apariencia trivial pero con mucha carga de profundidad; vamos, de abrigo. Hace algún tiempo llevé unos guantes asimétricos que pertenecían a la mano derecha e izquierda de sendos pares extraviados. Reconozco haber lucido alegre esa cromática y vistosa disparidad. No formaban pareja, es cierto, pero quitaban el frío."

Javier Almuzara - Catálogo de asombros. (2012)


martes, 1 de octubre de 2013

Si lo sientes, ven. Yo estaré ahí.

Déjate llorar, desbórdate por completo, vacíate. Apoya tu cabeza en mi hombro, deja que las lágrimas caigan, resbalen y te limpien las mejillas. Húndete en mí, abrázame fuerte. Estaré aquí. No me moveré, acércate a mí y deja volar libre a tu tristeza. Deja que te engulla esa melancolía, ese deseo de desaparecer, de caer y caer hasta tocar fondo. Deja que lo haga, porque al final del pozo estaré yo. Deja que lo haga porque no correrás peligro, yo estaré allí. Te atraparé en mis brazos y te sostendré. Yo te salvaré de la caída.

Si sientes la necesidad de acabar con todo.
Si sientes a las carcajadas amargas salir por tu garganta.
Si sientes que estás solo, que en este camino tan transitado nadie te ofrece la mano.
Si lo sientes, ven. Yo estaré ahí. 
Cerca de ti.

Deja que tu cuerpo se encoja. Deja a tu labio inferior temblar, que tu piel palidezca y que tus ojos se enrojezcan. Deja al nudo de tu garganta crecer, deja que te falle la voz. Permite a tu corazón sentir esa desgarradora sensación de soledad, de gris nostalgia naciendo del más terrible de los miedos. No quieras dejar de sufrir así. Déjate llevar, siente lo que tengas que sentir. Date un respiro y permítete tener un día negro, un lunes manchado de sangre. 

Si sientes la necesidad de acabar con todo.
Si sientes a las carcajadas amargas salir por tu garganta.
Si sientes que estás solo, que en este camino tan transitado nadie te ofrece la mano.
Si lo sientes, ven. Yo estaré ahí. 
Cerca de ti.

Y cuando todo haya terminado y la noche aceche en tu ventana, mírame. Cuando sientas un alivio extraño en tu interior búscame con tus llorosos ojos, porque yo estaré ahí. Incluso cuando creas que la luna es la única que te acompaña. Incluso cuando no veas nada más que una profunda oscuridad.
Recuerda que somos grandes. Recuerda que somos eternos, y que esta tristeza no lo es. Recuerda cómo cruzamos bosques llenos de maleza. Recuerda cómo corrimos contra la dirección del viento, cómo escapamos de las garras del conformismo, cómo nos desasimos de las mandíbulas del tiempo. Recuerda lo que vivimos, recuérdanos luchando contra todo lo que nos hizo daño.

Y cuando sientas la necesidad de acabar con todo.
Y cuando sientas a las carcajadas amargas salir por tu garganta.
Y cuando sientas que estás solo, que en este camino tan transitado nadie te ofrece la mano.
Cuando lo sientas, ven. Yo estaré ahí. 
Cerca de ti.

Zoom into me - Tokio Hotel.

Quizás necesitases unas palabras que te abrazaran, unas palabras de apoyo.
Si es tu caso, te las regalo. 
Y si conoces a alguien que las necesite, ¿por qué no regalárselas?
Te invito a ello.